Introducción del libro
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Hace unos días leí en twitter (Internet) una cita de Jawaharlal Nehru (1889 - 1964), Primer Ministro de la India, que numerosos usuarios compartían entre sí. La cita dice así: “La vida es como un juego de cartas. Las cartas que nos han sido distribuidas representan el determinismo, la forma en que jugamos nuestras cartas es el libre albedrío.” No me extraña que la cita fuera repetida múltiples veces, pues es capaz de explicar con una gran sencillez un profundo concepto filosófico: el libre albedrío o la libre elección.
Desde hace más de 25 siglos, los filósofos, teólogos, juristas y científicos han estado debatiendo sobre el libre albedrío: unos argumentando que existe, que las personas tomamos elecciones libremente y que por lo tanto somos responsables de nuestros actos, mientras los otros argumentaban que no existe, que las personas siempre estamos condicionadas por eventos previos que determinan nuestras elecciones, y que no tenemos ninguna responsabilidad sobre “la forma en que jugamos nuestras cartas”, del mismo modo que tampoco somos responsables de “las cartas que nos han sido distribuidas”.
Y, ¿quién tenía razón? Permitidme que les responda ya la pregunta, aunque tendrán que seguir leyendo el libro para convencerse de la absoluta certeza de la afirmación: el libre albedrío es imposible.
La primera sección del libro es un “estudio filosófico” que abarca cinco capítulos, en los que repasaremos y analizaremos los principales argumentos de los filósofos que han discutido el concepto, desde la Grecia antigua hasta la actualidad. Examinaremos la ley de la causalidad postulada por los filósofos de hace más de dos mil años, según la cual todos los eventos están causados por eventos previos, incluidas las acciones humanas. Estudiaremos el conflicto que supuso aseverar la existencia de un Dios omnisciente, que conociera el pasado y futuro de todas las cosas, porque implicaba que todas las personas tenemos el futuro predeterminado y que por lo tanto no somos libres al elegir. Naturalmente demostraré que si el universo fuera determinista el libre albedrío sería imposible, porque todas nuestras acciones serían una consecuencia directa de la configuración inicial del universo. Y concluiremos que la indeterminación, la gran esperanza de los libertarios (los defensores del libre albedrío), solo puede proporcionar azar a nuestras decisiones, pero no libertad de elección.
Analizando correctamente los argumentos de todos los filósofos a lo largo de la historia, cualquiera debería de deducir que el libre albedrío es una ilusión. A pesar de todo, para que no quede ninguna duda, en el quinto capítulo presentaré mi propia argumentación que demuestra con una logia indiscutible que el libre albedrío es matemáticamente imposible, es decir, aunque pudiéramos imaginar un universo distinto al nuestro que operase con otras leyes de la física, el libre albedrío seguiría siendo inadmisible: ni tan solo Dios o las almas lo podrían tener.
Aunque el libre albedrío sea imposible, las intuiciones de muchas personas les inducen a creer lo contrario pues, cuando se nos pide que movamos una mano en el momento que nosotros escojamos libremente, nos sentimos con el poder y la libertad de moverla o no moverla. Por eso considero muy interesante el “estudio psicológico” que expongo en los dos capítulos siguientes, en los cuales presentaré múltiples experimentos desarrollados en el siglo XX y XXI que revelan sin lugar a dudas que las personas no somos libres, ni tan solo cuando pretendemos escoger libremente en qué momento mover una mano. Es más, aunque la mayoría de la gente intuye que su voluntad consciente es la causa de sus acciones, todos estos experimentos demuestran más bien lo contrario, que la voluntad consciente se forma después de haberse iniciado cada una de sus acciones.
A lo largo de los siglos, muchos filósofos han argumentado que el libre albedrío tenía que existir, porque si no, las personas no serían responsables de sus actos y la moralidad dejaría de tener sentido, así como el bien y el mal. Teniendo en cuenta la importancia que han dado muchos filósofos y juristas a este argumento, en los tres siguientes capítulos presentaré un “estudio moral” donde se demuestra que, aunque el libre albedrío no exista, la moral está más que justificada. Por un lado mostraré que los criminales no son responsables últimos de sus actos y que inevitablemente estaban determinados a realizar sus crímenes, pero a continuación descubriremos los beneficios de los castigos, condicionando que ciertas conductas no se vuelvan a repetir. Es más, con múltiples ejemplos pondré de manifiesto que los humanos no juzgamos teniendo en cuenta el libre albedrío de los acusados, y que la moralidad es una consecuencia lógica y positiva de la evolución de la humanidad.
A pesar de todo, en los últimos años han surgido algunos filósofos experimentales que intentan demostrar la existencia del libre albedrío basándose en la intuición de la gente, argumentando “si la mayoría cree en el libre albedrío, éste debe ser cierto”. Por ese motivo, a finales del 2011 realicé mi propio estudio con 55 estudiantes en la Universidad de Barcelona y demostré que, si se formulan correctamente las preguntas, la mayoría de los encuestados determinan por sí solos que no tienen libre albedrío y que las principales decisiones de su vida estaban determinadas por eventos del pasado. Parecidamente, otros estudios americanos pretendían demostrar que los individuos que no creen en el libre albedrío son menos altruistas, sinceros y eficientes que los libertarios, pero en estos dos capítulos del “estudio estadístico” también expondré la segunda parte del estudio en la Universidad de Barcelona, demostrando que los estudios mencionados estaban mal planteados y que sus conclusiones eran erróneas.
Finalmente, con todos los argumentos libertarios despedazados para siempre, solo queda preguntarnos ¿cómo podemos vivir felices sin libre albedrío? La respuesta que daré en los tres siguientes capítulos del “estudio práctico” nos sorprenderá por su sencillez: no debemos preocuparnos demasiado, porque ya estamos determinados a ser felices, o si más no, a intentarlo. A pesar de todo, no todo el mundo parece vivir feliz, por eso describiré como podemos intervenir sobre nuestro porvenir para maximizar nuestra felicidad en el futuro. Y para que nadie pueda aducir a una falta de conocimiento para no ser feliz, en el último capítulo resumiré las entrevistas a más de 200 personas que tomé durante un viaje de 5 años por todo el mundo, a quienes pregunté: “¿Cuál es el secreto de la felicidad?”. Sorprendentemente, todos los entrevistados conocían una parte del secreto, el cual pondré a vuestra disposición con la esperanza que este libro se convierta en una buena causa que os condicione y determine a vivir siempre felices.
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